viernes, 4 de diciembre de 2015

Formulario Taller de Oratoria y Debate público

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La ineficacia de las cuotas de género en la consolidación de la equidad social.



La deuda histórica que se tiene con las mujeres, así como las grandes luchas que han emprendido buscando la reivindicación de su papel en la sociedad nos ha llevado en tiempos recientes a hablar de equidad de género y la búsqueda de igualdad sustantiva consagrada en el numeral cuarto de la Constitución Mexicana. Dentro de los mecanismos que se han acuñado se encuentran las cuotas de género y más recientemente la paridad como una especie de estas. Sin embargo, el objetivo que se persigue la consolidación de la equidad social- no es posible forjarlo atacando uno de los efectos del problema raíz. En este ensayo habremos de explicar por qué las cuotas de género son ineficaces para la lograr la equidad social.

Las cuotas de género surgen en la vida política como una acción afirmativa que busca empoderar a las mujeres y hacerles partícipes de los espacios de representación y toma de decisiones, han tenido presencia en los sistemas latinoamericanos, sin que México sea la excepción. Buscan en un primer momento dar a las mujeres un piso firme de partida que les permita ir conquistando más espacios a fin de dejar de ser un grupo vulnerable.

En la legislación federal mexicana en materia de instituciones y procedimientos electorales, se establece como cuota lo que hoy conocemos como paridad, que tiene sustento en la integración de la sociedad por hombres y mujeres y por tanto es necesaria la participación equilibrada de ambos en los espacios de decisión. De este modo se busca que la democratización paritaria en el ámbito político permee en el ámbito social a fin de lograr equidad social.

Sin embargo, en la búsqueda de la equidad social y de la construcción de igualdad sustantiva, es decir, de que hombres y mujeres puedan gozar del ejercicio pleno de sus derechos, las cuotas de género se encuentran en conflicto con los derechos de terceros, pues limitan la capacidad de decisión de las instituciones partidistas al constreñir la postulación de sus candidatos, así como también el de aspirantes varones que deseen ser votados, y el de los electores a decidir por quien votar. Dando como resultado la creación de espacios espejo, integrados por hombres y mujeres.

Quienes apoyan la creación de áreas espejo señalan que eso garantiza pluralidad, empoderamiento de la mujer, e incentiva su participación en las diferentes áreas de la vida. Sin embargo, es imposible creer que la simple accesión a un puesto por parte de una mujer sea garantía suficiente para impulsar una agenda de género que permita impulsar el empoderamiento de las mujeres y que este permee a todas las zonas de la cotidianidad. En el caso específico de México contamos con el ejemplo de las “Juanitas” quienes eran utilizadas momentáneamente para satisfacer los requisitos de ley pero al paso de la elección eran sustituidas por varones en los puestos por los que habían contendido. Esta situación ahora se encuentra regulada por la LEGIPE asegurando la permanencia del género entre propietarios y suplentes. Lo que no ha podido asegurarse es que la permanencia de una mujer en un sitio de representación y toma de decisiones esté guiada por impulsar una agenda de género que verdaderamente cumpla los objetivos que pretenden las cuotas.

Y es que, si bien se trata de una medida cuantitativa al entrar en el análisis de lo cualitativo deja de mucho que desear, pues éste relego histórico que la mujer ha sufrido en la sociedad ha logrado la construcción de idiosincrasia en las diferentes sociedades, lo cual no ha permitido visibilizar la necesidad de una democratización paritaria de la vida social ni a las propias mujeres. Se trata de romper con un paradigma cultural para construir uno nuevo donde las mujeres tengan participación pero no por cumplir una cuota, sino por iniciativa propia. Que realmente sea un punto de partida en la conquista de los espacios de representación y decisiones, y las cuotas de género, aun siendo paritarias, no lo están logrando.

Visibilizar a las mujeres como un grupo vulnerable, y de ahí concluir que por eso merecen una cuota específica de representación nos obligaría a mirar a otros grupos vulnerables que tampoco están siendo representados, y darnos cuenta que no es solución sino paliativo. Es por eso que la medida que plantea la implementación de una agenda de género en las diferentes vertientes de la existencia humana no puede acotarse únicamente a su participación en lo público. Pues en lo privado, se requiere también participación de las mujeres en actividades que se creían exclusivas de los hombres y viceversa.

Se requiere de una tarea y labor titánica, desafío impostergable en aras de alcanzar la equidad social. Y para ello, hay que construir realidades distintas a través de incentivos que generen conciencia de la importancia de una sociedad en la que la democracia paritaria sea una realidad.

Impulsar una agenda de género no debería ser tarea exclusiva de un sexo, la reivindicación de los roles sociales no puede continuar construyéndose a partir teorías patriarcales que dejan de lado la atención que los hombres debemos dar a las desigualdades que vulneran los derechos fundamentales subjetivos de las mujeres argumentando que no nos afectan, pues como miembros de la población debemos apelar por el bienestar de esta en su conjunto.

La implementación de una perspectiva de género sin duda debe atravesar muchos ejes fundamentales que de a poco logren conjuntar esfuerzos en el avance hacia a la igualdad sustantiva, pero no mediante mecanismos elitistas. Hay que romper estereotipos como se viene haciendo ya con las licencias de paternidad, que no priven a los hombres del disfrute de la familia, y que les hagan responsables del cuidado de los hijos. Y aventurarnos en otros como la práctica del servicio militar obligatorio para las mujeres; escuelas de tiempo completo que permitan a ambos sexos la realización académica, profesional y laboral. Necesitamos de mecanismos que incidan directamente de la conciencia social para poder hacer palpable la equidad de género, lo cual no se consigue teniendo a unas cuantas mujeres en el poder.

Las cuotas de género serían ideales en una sociedad que previamente este concientizada de la necesidad de una democracia paritaria, al implementarla estamos atacando un efecto de esta falta de conciencia pero no estamos dando solución al problema raíz. Es por ello que, además de su implementación, debemos generar esa conciencia en los agentes de decisiones incentivándolos en echar a andar una agenda de género integral y ambiciosa, que permita poner en la mesa el cambio del paradigma cultural propio de cada sociedad que se traduzca en el acercamiento a la vivencia de la equidad social hasta que sea una realidad de hecho. Sin duda sería más efectivo y se traduciría en el funcionamiento positivo de las cuotas.

BIBLIOGRAFÍA.
FERRAJOLI, Luigi. “Derechos y Garantías. La ley del más débil”. Madrid. 1999. Ed. Trotta.
LAMAS, Marta. “Cuerpo: diferencia sexual y género”. México, 2002. Ed. Taurus.
MEDINA, Espino Adriana. “La participación política de las Mujeres. De la Cuota de Género a la Paridad”. México, 2010. Centro de Estudios para el alcance de las Mujeres y Equidad de Género.